Cartas desde Kaohsiung

Un médico explora la interacción transcultural en la medicina.

Por Alexander R. Green

Traducido por Iris Mónica Vargas

Categoría: ensayo, no ficción

El galeno Tsao le echa un vistazo a su agenda del día: le esperan cuarenta pacientes en su clínica de nefrología en la Universidad de Medicina de Kaohsiung (KMU), en Taiwán. Es un día promedio. Pasará un máximo de cinco minutos con cada uno de sus pacientes. Para él, es un orgullo tener la destreza de poder comunicarse bien con ellos. Algunos de sus colegas en la clínica atenderán ochenta personas en una sesión de tan solo medio día.

Quedé perplejo al escuchar la información anterior, y debió haberlo reflejado mi cara mientras recorría las facilidades del hospital junto al Dr. Tsao, y su equipo de trabajo. Estaba allí para aprender acerca del sistema de salud en esta isla-nación, Taiwán, un poco más angosta que Puerto Rico, cerca de la costa de China. Estando allí es fácil dar cuenta del orgullo que siente la gente por la independencia de esta isla de su vecino colosal y paternalista al oeste. Tanto cultural como políticamente, China y Taiwán me parecen dos mundos muy distintos.

El cuidado médico en Taiwán es uno de acceso universal en el cual los pacientes deciden a cuál médico acudir, y, usualmente, les es posible obtener una cita con un(a) especialista el mismo día en que lo solicitan, siempre y cuando estén dispuestos a esperar un poco. Cualquier persona puede visitar, por ejemplo, a un otorinolaringólogo si tuviera un simple catarro (gripita), o a un nefrólogo como el Doctor Tsao, si es que sintiera algún dolor en la espalda que la misma persona atribuyera a un problema en sus riñones.

El sistema médico en Taiwán es, también, uno basado en cargos por servicio, donde cada cargo equivale a una pequeña fracción de lo que sería en los Estados Unidos. De este modo, es usual incentivar a los médicos a ver tantos pacientes como les sea posible en un solo día.

Llegué a KMU, en el sur de la isla de Taiwán, para intercambiar ideas acerca de la integración de competencias transculturales en el currículo de enseñanza de medicina a nivel subgraduado (es decir, durante los primeros cuatro años de la carrera de medicina). Me había mantenido en colaboración, durante varios años, con Peggy Liu, Profesora en Educación y Humanismo Médico en KMU, y acepté alegremente la invitación que me hiciera para viajar al otro lado del globo y compartir con ella y sus colegas en una conferencia acerca del tema de la comunicación transcultural de la cual Liu sería anfitriona.

Tras enterarme de estas visitas de tres a cinco minutos, sin embargo, y de la multitud de pacientes esperando en calma por tan brevísima oportunidad de que les vea un médico, fue ineludible pensar que mantener la expectativa de que los estudiantes de medicina se interesen por explorar la cultura y creencias de sus pacientes, en relación a su salud, sería un ejercicio inútil. E inútil también, me pareció en aquel momento, esperar que a estos futuros galenos es prioridad siquiera el identificar y sobreponerse a la desconfianza de parte de sus pacientes, y, de igual forma, el que enfatizaran la utilización de intérpretes médicos durante sus sesiones. Como descubriría más tarde, en Taiwán, el sistema de salud no incorpora la labor de intérpretes médicos. De modo similar a lo que ocurría en los Estados Unidos hace diez años, existe la expectativa de que los pacientes lleguen al hospital acompañados de un familiar que sea capaz de hablar Mandarín y traducir entre paciente y médico. De esto último no ser posible, los médicos recurren a utilizar lenguaje de señas, o a depender exclusivamente del examen físico.

Me preguntaba, durante aquel momento de desánimo, cómo podría yo compartir alguna idea, acerca de la comunicación con los pacientes, que no resultara ridícula dentro de este contexto. Fue entonces que el Dr. Tsao compartió conmigo una historia.

A la señora H le fallaban los riñones. Le aquejaba también una anemia severa, por lo cual necesitaba una transfusión de sangre – un procedimiento al que ella se había rehusado. El Dr. Tsao se sintió confundido. En Taiwán, no es común que un paciente se rehúse a recibir un tratamiento recomendado por sus médicos. Por el contrario, los pacientes tienden a estar de acuerdo con estos, por deferencia, aun si más tarde deciden no seguir las “órdenes” médicas recibidas. En lugar de utilizar la autoridad de la que usualmente dispone, el Dr. Tsao simplemente tornó su atención al paciente y preguntó ¿por qué?

No estoy seguro cómo exactamente lo habrá preguntado, pero el ejercicio de intentar adivinarlo me parace muy valioso. Tal vez comenzó explicándole a la Sra. H que estaba seguro de que una transfusión de sangre resultaría importante para su salud, y que le preocupaba su bienestar y deseaba entender por qué su renuencia a aceptar el procedimiento. Quizás, dada la limitación de tiempo, preguntaría simplemente “¿por qué no quiere usted la transfusión?” De cualquier forma, la acción de preguntar y esperar pacientemente por una respuesta, logró conseguirle la información que necesitaba. Como Budista devota, y además vegetariana, la Sra. H no había querido contaminarse espiritualmente con la sangre de alguien que, con toda probabilidad, pensaba ella, comía carne.

Las transfusiones de sangre ya no están hechas de sangre entera como en antaño, compartió el Dr. Tsao con la Sra. H. De hecho, el producto utilizado consiste de células rojas purificadas, habiendo sido removido el plasma (líquido) y los demás componentes, dejando dichas células totalmente libres de contaminantes. Por supuesto, la decisión final le correspondía a la Sra. H, quien eventualmente dio el visto bueno al procedimiento, pero el hecho de que el Dr. Tsao hubiese tomado la oportunidad, y el tiempo, para compartir tan pertinente información con ella, puede haber cambiado el resultado final para la paciente. Además, lo había sido logrado sin traicionar las creencias culturales y religiosas de la Sra. H, y, por lo tanto, evitando aislarle de su propio cuidado médico.

Algún experto en comunicación transcultural podría preguntarse si constituye o no todo esto una táctica un poco engañosa. Tal vez, simplemente, el Dr. Tsao pudo haberle sugerido a la Sra. H que hablara con un líder comunitario Budista antes de tomar la decisión, para que obtuviera consejos específicos acerca de si es o no la transfusión una práctica espiritual aceptable. Como médico y educador, a quien le importa sobremanera el bienestar de los seres humanos a quien sirvo, así como también lo que enseñamos a futuros médicos durante sus años de formación, lo que me resulta inspirador de esta historia es la idea de que las competencias culturales pueden practicarse en la sala de un médico, durante el cuidado de un paciente, sin importar límites de tiempo, y que ello puede ocurrir en cualquier lugar, sea en Kaohsiung o en Boston, en Lausanne o en Ponce, Puerto Rico.

Aun cuando no seamos capaces de reparar por completo los sistemas de salud que parecen oprimirnos, obstaculizando constantemente nuestra libertad para practicar nuestro arte, si al menos recordamos hacer las preguntas correctas, y sobre todo, si esperamos pacientemente por las respuestas que estas suscitan en los seres humanos a quienes cuidamos, entonces tal vez uno o más de los cuarenta pacientes que nos visitan, ya sea aquí o allá, durante una agradable mañana Taiwanesa, puedan obtener mejores resultados de salud sin traicionar sus valores culturales y tradiciones más queridas.

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El autor

Alexander R. Green is Associate Professor at Harvard Medical School, andArnold P. Gold Professor. He has authored articles on topics including cross-cultural education, culturally competent health care systems, and language barriers and interpreters, and has served as an invited lecturer and visiting professor nationally and internationally. His work on racial/ethnic disparities in health and cultural competence has been funded by the US government, foundations, and private donors. He was the lead medical consultant for a documentary film and education project called Worlds Apart, designed to teach health professionals to better care for patients across cultural divides, and used by hundred of health care organizations. His current research and programmatic interests focus on culturally competent approaches to quality improvement, clinician biases as root causes of racial/ethnic disparities in health care, and cultural competence education for health professionals.

Dr. Green received his Bachelor of Science and medical degree from theUniversity of California, San Diego, and completed his residency training in internal medicine at the New York Hospital—Cornell Medical Center. He joined the faculty at Cornell where he completed a National Health Services Corps fellowship at a community health center in Queens, New York and developed a teaching curriculum in cross-cultural medicine. He served as Associate Director of the Primary Care Internal Medicine Residency Program at Cornell and Assistant Professor of Medicine. In 2005 he completed a mid-career research fellowship and Masters degree in Public Health at Beth Israel Deaconess Medical Center and Harvard School of Public Health.

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